viernes, 14 de octubre de 2016

Reflexiones y verdades del dolor y la dulzura



Una vez más la situación es la misma: Una hoja en blanco y un cerebro a mil moviéndose al ritmo de un corazón que late sus pasiones con ese fervor producto de la escritura.
Pequeño espacio relegado este blog que me pertenece tanto como a uds. y hace tiempo no comparto nada, no por falta de tiempo ni ganas, no por falta de contenido ni necesidad, pero por falta de esa sensación de que mis ideas están lo suficientemente organizadas como para entregarlas de manera que produzcan algo.
Cuando escribo necesito exprimir cada idea, cada anécdota, cada sensación hasta llegar a su esencia, poder resumir, simplificar y encontrar el núcleo del que puedan absorber y nutrir la idea original que intento transmitir.
Soy un fiel creyente de que lo material es vencido por el paso del tiempo, pero lo intangible puede durar para siempre.
Un golpe puede modificar nuestra forma temporalmente, una piedra puede bloquearnos el camino por un instante pero un concepto, un sueño, un ideal puede cambiarnos la existencia por toda la eternidad.
Hago esta introducción para que reconozcan la intencionalidad del hilado fino que comienza en las próximas líneas, para que sientan cada palabra, cada frase y cada párrafo como una ofrenda desde éste corazón expuesto hacia los suyos.
Hace unos breves días releía una frase de uno de mis escritores favoritos, Chuck Palahniuk, autor del club de la pelea y otras genialidades que recomiendo seriamente leer. La frase reza: “Es tan difícil olvidar el dolor, pero es incluso más difícil recordar la dulzura. No tenemos cicatrices para mostrar de la felicidad. Aprendemos tan poco de la paz.”
Pensaba en tantos años y tantos post de este blog rememorando el sufrimiento vivido, recordando un padre y una familia en general cuya violencia psicológica y abandono me marcaron para siempre.
Recordaba las mentiras, la culpa por no haber terminado mis estudios, la constante auto crítica a todo lo que hacía, la depresión, los ataques de pánico, sentirme solo y alejado del resto, sentir que mi lugar en el mundo era siempre frío, siempre distante, siempre incomprendido, tanto dolor, tanta soledad, tanta mierda dando vueltas…
Sentí el peso de esas palabras caer cual yunque sobre mi espalda, presionando todo y abriéndome los ojos como hace tiempo no pasaba. Era tan cierto, tan fácil ponerse a disposición de la miseria y cambiar la tranquilidad mental por un mar picado de dolor. No tengo en mi cuerpo registro de los besos, de los abrazos, de las caricias ni de las noches compartidas con aquellas personas que quise. No han dejado marcas en mí ser las palabras de aliento, ni de afecto tanto como me han marcado los insultos o reproches despechados.
Tengo un repertorio de aprendizajes en cada caída, en cada pelea, en cada crisis y en cada sufrimiento. Soy el primero en repetir cual loro “El dolor es maestro / El dolor enseña…”  y sin embargo no puedo expresar con certeza si aprendí o no algo de mi primer beso, de mi primera vez, de la segunda, de la tercera, algo que esté a la par con lo que he aprendido del dolor. Supe como todos, que el fuego quema, cuando lo sentí abrasar en carne propia y mi lección fue tomar distancia y tener cuidado siempre que tuviera que hacer uso del mismo.
Supe como todos, que un beso es agradable, cuando sentí el calor húmedo de otros labios sobre los míos y a pesar de ser una experiencia que uno quiere repetir, no creo haber aprendido nada significativo. No entendí sobre los riegos vitales, no me sentí vulnerable ni mortal más de la cuenta, no tuve miedo ni pensé lo que podría haber pasado de haberse agravado o sostenido la situación, no puse nada en la balanza ni lo comparé con otras experiencias, lo disfruté cual fue y no hubo mucho más.
Sinceramente no puedo evitar compartir la conclusión: “Aprendemos tan poco de la paz.”
Pero con el correr de las semanas me fui distanciando de todo este recordatorio doloroso, empecé a sentirlo innecesario al contrario de ocasiones en las que pensaba que olvidar lo sucedido podría llevarme a repetirlo o que sería dejar ir impunes a los victimarios y finalmente desmerecerme como víctima.
Elegí conectarme nuevamente con lo positivo y lo neutral, con aquello que me llena el alma, me apasiona, todo lo que me hace bien a sabiendas de que no dura para siempre y a cada calma le sigue una tormenta.
Hoy pensaba que no hace falta ser fuerte siempre, sino cuando la situación lo requiera. Un gran ejemplo sería un mundial, donde hay que ganar cuatro partidos para ser campeón. Octavos, Cuartos, Semis y Final. (Sin contar las fases de grupos y esas cosas dependiendo del deporte.) Después de consagrarse campeones pueden perder el 100% de los partidos jugados a futuro, sin embargo fueron los mejores del mundo cuando la situación lo requirió.
En el Tao Te Ching se habla de un ser humano que vagando por la naturaleza no es afectado por la misma, los tigres no encuentran lugar donde hincar sus colmillos, los rinocerontes no pueden embestirlo y el veneno de las serpientes no lo afecta. No por ser inmortal, simplemente porque no se cruza con ninguna de estas bestias en su camino.
Mi punto es que la vida nos marea con miles de posibilidades y circunstancias todo el tiempo pero lo único que nos pasa es lo que nos está pasando y solo estando en el momento podemos enfretarlo.
En cada segundo tenemos la oportunidad de dar un giro brusco que modifique cual efecto mariposa el resto de nuestra vida, solo hay que estar despierto y dispuesto a tomarlo.
Conciente de todo esto a partir de ahora voy a intentar ponerle énfasis a recordar lo positivo, lo dulce, lo agradable y sacar alguna conclusión de la calma y la paz. Con el correr de los días fui testigo de que la buena onda, la confianza, el amor y el respeto triunfan por sobre todo cuando son honestos. “Vincit Omnia Veritas” (La verdad lo conquista todo).
Creo ser capaz de brindarme por completo a mis pasiones, siendo la más grande de todas, vivir la vida. No pretendo huir de mi sentir, quiero arriesgar más cada vez, saltar feliz a cada nueva aventura y no comerme la cabeza con posibilidades que no son lo que está pasando ahora. Si estoy en mi cabeza no estoy en el momento, necesito aprender a conectarme más con los momentos y pensar menos acerca de ellos. Pensar es bueno, no todo el tiempo, no tan intenso, no a mi ritmo. Aprender a reconocer las patas flojas y trabajar sobre ellas fue siempre mi tarea desde el día que dejé terapia y hoy más que nunca quiero hacerme cargo de aflojar el pensar y prender el sentir.
La vida, es en gran parte, lo que uno desea que sea. Cuando quise que sea el dolor de los recuerdos, lo fue. Hoy le pido que sea la incertidumbre del mañana y la sonrisa de mi rostro, hoy le pido que me deje ser.
Hoy.
Como siempre, Hoy.
Mañana no sé.
Ayer ya fue.
Hoy estoy.
Hoy soy yo.
Hoy.


PD: Quisiera escribir más pero estoy en el trabajo y entre atender a la gente y atender a la escritura se me estaría secando el cerebro jajaja los quiero una banda y prometo publicar con mayor frecuencia.




M.C.

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