miércoles, 10 de enero de 2024

Una nueva etapa

Durante las próximas semanas comenzaré a publicar nuevamente en este blog, habrá cambios en la estructura y el diseño para justificar su monetización con la esperanza de que un poco de publicidad lentamente se convierta en capital para pagar por un sitio web personal y eventualmente poder ampliar esto de escritura a formato podcast también.
La idea principal seguirá siendo la misma, cualquier tópico del que desee hablar en el momento, cualquier texto que sienta debo sangrar en tinta por mis dedos para exteriorizar lo que sucede en mi interior que necesita de manera urgente volver a escribir en cualquier tipo de formato para evitar la espiral de inactividad y negatividad que amenaza mi sanidad mental constantemente. Últimamente no me encuentro en ningún lado, no me siento capaz de realizar siquiera las tareas más sencillas como ejercitarme o cocinar, hago un esfuerzo monumental para siquiera levantarme a la mañana y no quiero, no pienso, volver a la depresión. Esa puerta fue cerrada en su momento y me niego a volver a transitar a través de ella. Entero o a pedazos pero voy. Es la realidad en la que me encuentro actualmente. Me es extremadamente difícil mantener cualquier tipo de positividad en presencia de un gobierno donde se licua el sueldo y cada vez se puede menos con lo mismo, donde las incertidumbres acechan en cada esquina esperando robarte la esperanza junto con cualquier resquicio de felicidad al que te hayas aferrado como el tesoro preciado que es en los tiempos que corren.
Estoy tan fuera de forma que incluso escribir en formato libre se siente demasiado poco, puedo escuchar los engranajes en mi cerebro moverse a una velocidad vertiginosa casi silbando de manera amenazante y apenas me acompañan mecánicamente los tendones para llenar una fracción de lo que pienso en un pedazo de papel virtual. Supongo que también cuando tenga algo específico de que escribir y no simplemente vomitar sobre el teclado podré sintetizar y explayar con mayor libertad y ganas. Por ahora esto es todo lo que puedo ofrecer, una promesa de retomar actividad literaria y la esperanza de que Google Adsense apruebe mi solicitud y en contra de todos los "planes de negocios" que sugieren que jamás monetice un blog sin audiencia fija pueda generar suficientes miserables ingresos para intentar empujar un poquito más hacia donde realmente quisiera estar. Un centavo a la vez, un texto a la vez, un momento a la vez. Un paso hacia otro, supongo que así se construye un camino.
Por ahora es una promesa, una esperanza, una luz. Por ahora es suficiente.


Misael

miércoles, 1 de junio de 2022

Atrás de la sonrisa

 ¿Cuántas preocupaciones hay atrás de tu sonrisa? ¿Cuántas veces te despertaste y respiraste profundo con una suerte de calma y felicidad de haberte despertado y saber que seguís vivo cuando te acostaste la noche anterior lleno de ansiedad y miedo a la muerte?
No es que te pase nada, no es que estés enfermo de nada, no es que haya una posibilidad enorme de morirte de repente, es solo miedo, ansiedad, angustia, que los años de terapia calman pero no resuelven por completo, es la condición humana, la mortalidad, el escuchar que fulano o mengana se murieron o simplemente recordar lo vulnerables que somos y lo inmortal que te sentís de lunes a viernes hasta que te pasa algo y sentís hasta los huesos lo frágil que sos en realidad.
Pero le ponés toda la onda porque por ahora, seguís acá y vas a trabajar, y planeas cosas y escuchás música y hablás con amigos y te calmás hasta la hora de dormir donde te ataca todo lo que no pensaste durante el día y se repite el ciclo una y otra vez siete veces por semana, treinta o treinta y un días por mes, trescientos sesenta y cinco o trescientos sesenta y seis veces por año.
Pero no se lo contás mucho a nadie porque suponés que a mucha gente no le pasa y a los que les pasa tampoco quieren hablar mucho del tema, vivimos todos un poco en negación de las cosas que no podemos evitar, las solemos empujar hasta que pasan y ahí vemos que hacemos. Te das cuenta que una pierna no para de subir y bajar a un ritmo psicótico y hacés el esfuerzo consciente de quedarte quieto pero en cuanto te distraés vuelve a empezar.
Y a veces te suena el teléfono y hay un mensaje de alguien que te quiere ver y vos también queres ir a ver a esa persona pero llega la hora de la juntada y la ansiedad social te pega como un camión de frente y te lleva puesto. Estás bañado, limpio, cambiado, preparado, sin excusas para no ir, pero no te podés mover. Pensar en salir, en ir a la parada del colectivo o a la esquina a buscar un taxi te congela. Te sentás en el borde de la cama combatiendo un sentimiento desagradable que te ahoga, te acostás para respirar mejor hecho una bolita y ves pasar la hora en el celular, hasta el momento en que ya deberías estar ahí, hasta que llegás cinco minutos tarde, hasta que ya pasó una hora y llega el mensaje que no querías ver, como si la otra persona se fuera a olvidar de que existís si no te movés "¿Venís?" y no contestás y no abrís el whatsapp, cerrás los ojos como si tus problemas y el mundo fueran a desaparecer y te quedás dormido. Te acabás de salvar, te diste la mejor excusa, sin ninguna gracia ni sonrisa en el rostro al otro día escribís "Me quedé dormido jaja" y safás una semana más hasta que te quieran ver de nuevo y te pruebes a vos mismo si podés salir o no.
Pero yo antes salía toda la semana y ese pensamiento me tortura ¿Era más jóven? ¿Me falta energía? ¿Estaré comiendo mal? ¿Durmiendo poco? Sabés que no. Antes no tenías que batallar todos estos conflictos porque estabas ebrio la mitad del tiempo. Porque antes de salir te clavabas la mitad de la botella de ron o fernet que compraste a principio de la semana "para tener" y te miraste al espejo después de la ducha convencido de que sobrio no vas a ir porque esa juntada es un embole o tiene gente con la que tenés muy poco interés de interactuar con. Pero ahora dejaste de tomar, ya no escapás a las sensaciones y los problemas adormeciéndolos con alcohol al sesenta y algo porciento. Ahora te toca lidiar con lo que te pasa sobrio, bueno no te toca, lo elegiste, porque no se puede vivir gritando para tapar el ruido de tus propias cadenas contra el piso.
Además te pasaron tantas cosas en dos años que perdiste por completo la capacidad de conectar con otro ser humano de manera sana y normal, estás tan disociado del resto que te cuesta simpatizar con los "problemas" que comparten cuando querés gritarles en la cara que no tienen la más pálida idea de lo que es un problema ni aunque les partiera el cráneo con una barra de acero inoxidable. Pero no tienen la culpa de lo que viviste y también entendés que para cada uno sus cruces son enormes y no hay manera de cuantificar ni juzgar quien la pasa mejor o peor, para otras personas que vivieron eventos peores el privilegiado sos vos y ese pensamiento es lo único que te calma, recordándote que sonrías y seas empático aunque no compartas su punto de vista. Podemos discernir y aún así ser agradables y quedarnos cerca. Podemos, pero por h o por b terminamos no yendo, no estando, no compartiendo y no mezclando lo nuestro con lo ajeno. Como si estuvieramos manchados y los demás estuvieran hechos de algodón blanco como la nieve y nuestra prescencia sola los contaminaría. Linda excusa, es por ellos y por nosotros, estamos cuidando al resto también. No quiero que paguen mis platos rotos, pero tampoco quiero pagar los suyos.
Tengo tantas cosas a futuro que me emocionan, que me motivan y son tan personales que me aislan de la misma forma que todas las cosas a las que les temo y me angustian. Estoy buscando un hogar y no hablo de una casa, no hablo de una familia, hablo de un lugar de pertenencia, donde pueda volver a conectar con personas que tengan intereses comunes conmigo, como cuando militaba, como cuando patinaba, como cuando viajaba, todos lugares que fui abandonando de a poco porque tenía que trabajar en mí, porque necesitaba enfrentar todos esos demonios y penas que me inhabilitaban hacer todo lo que quería y deseaba. Y de a poco voy rompiendo con todo eso, de a poco voy saliendo, enfrentando, confrontando, peleando por un pedacito de lugar en el mundo donde pueda sentir que pertenezco y que trabajé duro para conseguir. A veces extraño tanto que me duele el alma como si pudiera indicar con precisión quirúrgica dónde la tengo. Pero sigo el camino que elegí porque confío en él y en mi criterio. Necesitaba y necesito mejorarme para morar en donde me sienta cómodo, el mejor sillón del mundo es inusable si mis propios huesos me atraviesan los glúteos al sentarme. No hay comida saboreable si no tengo la capacidad de comer. Mi prioridad era ser mejor, estar mejor, antes que nada y antes que todo.
Pero me pasa un poco que los vínculos son como las plantas y si no les das suficiente atención se mueren y aunque a diferencia de las plantas con las personas uno si se puede comunicar y explicar y entender, yo entiendo que no tienen ninguna obligación de escucharme ni comprenderme ni tolerarme ni tenerme paciencia ni hacer ningún esfuerzo si nuestra relación requiere cuidados extra que no tienen tiempo ni ganas de realizar.
Y no culpo a nadie ni pienso ese retraso mental de "si alguien te quiere en su vida te busca" porque sé de primera mano que a veces querés a una persona con todo tu ser y no te salen las palabras de la boca, no encontrás la fuerza para avanzar un paso hacia ellos y los ves alejarse lentamente mientras te desgarrás la garganta gritando en silencio y llorando la pérdida inminente que no podés resolver ni combatir porque hay algo tan profundamente disfuncional en vos que no te deja moverte siquiera por lo que de verdad te importa. Y te autoflagelás llamándote cobarde o patético pensando si alguna vez podrás siquiera mandarles un mensaje explicándo lo mucho que todavía pensás en ellos y lo mucho que te hubiera gustado poder pedirles un segundo de su tiempo y comprensión para que no se alejaran, que jamás tuviste intenciones de distanciarte, que sabés que todo avanza pero a vos te cuesta y entendés que no todos esperan.
No se dan una idea lo solo que me siento a veces. No se dan una idea ni pretendo que se la den. Ya ni siquiera lloro. Siento que soy un peón en un tablero de ajedrez vacío que la vida se olvidó de guardar. Como si alguna vez hubiera sido parte de un juego que ahora solo vive en mi memoria. Y me queda recordar todas las piezas que ya no están mientras se enfrían sus casilleros y van perdiendo la forma sus lugares. Pero trato de avanzar para alcanzarlos, un paso a la vez, un cuadrado a la vez, algún día voy a llegar a transformarme en reina y sin límite de movimiento alcanzar todo lo que se me fue de las manos. O no, al menos eso es lo que espero, lo que ansío, lo que me motiva a seguir peleando contra todos estos sentimientos encontrados que me tiran de adentro para afuera.
No escribo estas palabras para dar pena, no escribo para que me entiendan, no escribo para nadie, escribo porque es lo único en mi vida que siempre tuvo sentido, es mi única forma de expresión válida, es mi única catársis posible aparte de terapia, es mi única salida de mi propia cabeza, es mi única forma de ponerme ahí afuera cuando el cuerpo no acompaña.
Y capaz un poco escribo con la esperanza de que si a alguien le pasa algo remotamente similar sepa que no está solo, como yo no dudo que no debo ser el único que atraviesa la vida con más incertidumbres que certezas. Espero que no me malinterpreten, que no piensen que "estoy mal" o que "necesito ayuda" porque francamente ni bien ni mal, estoy y tengo un soporte enorme, tengo una cantidad de herramientas a mi disposición totalmente privilegiadas pero con todo eso no puedo escapar de ser humano, vulnerable, dubitativo y de plantearme cómo enfrentar todo lo que me pasa tratando de afectar al mínimo posible y necesario de personas en mi entorno.
Espero que la vida, la pandemia y los problemas puedan hacernos un lugar en el futuro para reecontrarnos, para ponernos al día, para compartir todas esas comidas, bebidas y momentos que vivo pateando porque no puedo confrontar ahora. Espero. Atrás de la sonrisa que no se rinde.



“¿Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos?”
- Eduardo Galeano

viernes, 14 de enero de 2022

Mala Gala

 Mala Gala

La alarma del celular vibraba con violencia desde la cómoda de madera al costado de la cama al ritmo de una canción de rock de los ochenta.
Era la quinta vez que sonaba esa mañana y con un fastidio infantíl decidió levantarse propinando insultos al sofocante aire del verano.
Optó por un baño de inmersión como excusa para recostarse unos minutos de más y encendió el televisor en el comedor para cortar el silencio insoportable que solo interrumpía el crujido de las tostadas en el interior de su boca.
La voz sensual de la presentadora del noticiero matutino llegó antes que la imágen, sentada en un escritorio tres veces el largo de su mesa informaba un corte de calles por alguna protesta que no logró retener su interés en lo absoluto a diferencia de la perfecta simetría de su rostro, la estilizada comisura de sus labios y sus ojos delineados como un gato egipcio digno de adoración divina.
Tragó el resto de su desayuno desnudo y se apresuró al vasto placard que ocupaba una pared entera de su habitación. Las paredes grisáceas se transformaron en sólidas placas de metal plateado brillante ante la luz del sol y el espejo de pie en el interior del placard reveló unas pocas migas descansando en sus genitales que la alfombra se tragó con gusto.
Posó para si mismo sintiendo la firmeza sus abdominales con las manos, imitó al David de Miguel Angel agradecido de que su escultor había sido más generoso con la distribución del mármol, se vistió con ropa deportiva y preparó un traje de vestir ligero a los pies de la cama de dos plazas para su regreso.
El asfalto infernal distorsionaba la vista a lo lejos como una hornalla de cocina que alguien había olvidado cerrar, en su largo trote hacia el gimnasio esquivó unos pocos transeúntes a pie en comparación a la inmensa cantidad de conductores encerrados como sardinas enlatadas en automóviles crujiendo bajo el peso del verano. Las bocinas furiosas se hacían audibles por encima de la música rugiendo en sus auriculares inalámbricos de última generación, pasó de trotar a correr para salir de lo insoportable que le parecían los rostros deformados por la ira y el clima que en su mayoría provenían de vehículos antiguos o de baja gama.
El aire acondicionado del gimnasio trajo consigo la misma calma que experimentan los marinos al pisar tierra firme luego de un extenso periodo en altamar. Sabrina le sonrió desde la recepción como una alumna modelo recibiendo a su profesor favorito, intentó devolverle la sonrisa sin fijar la mirada en el desagradable lunar en su mentón y retomó el aliento caminando lentamente hacia las bicicletas fijas en el fondo del largo túnel espejado que era el edificio.
Todavía no eran las nueve de la mañana cuando regresó a su departamento para una ducha rápida antes del trabajo, se cambió a un traje de vestir de lino blanco y tomó el ascensor hasta el garage del subsuelo. De todas las metálicas bellezas durmientes aguardando a sus dueños enfrentadas entre sí, la única reina sin oposición lo esperaba con una calma digna de su estándar real contra una columna de cemento reforzado que la protegía de los celosos ojos ajenos.
Un Audi A8 L cuyo interior de cinco metros era solo suyo para entrar y salir a gusto, se le acercó con cautela, como si fuera una cierva temerosa y le acarició el capó con afecto dejando una mancha de gel para el cabello que inmediatamente limpió con la manga de la camisa. Su rostro se reflejaba a la perfección en la pintura negra, el modelo anterior curvaba su naríz en un ángulo poco favorable para su estructura ósea, algo que a su contacto en la concesionaria le había provocado risa cuando compró este modelo pero él no encontraba la gracia.
La máquina apenas audible surcaba el asfalto de recoleta robándose las miradas de todos a su alrededor, el encanto se perdía con la cercanía al centro donde cada mirada era un potencial intento de robo o algún limpia vidrios andrajoso cuyas manos mugrientas pretendían saber el significado de la palabra "Limpieza" pidiendo limosna por hacer algo que su belleza podía hacer de manera autosuficiente. El vidrio polarizado lo hacía sentir seguro y en el estacionamiento de la bolsa de comercio descansaban otras preciosuras similares que le harían compañía hasta entrada la noche.
El trabajo en enero era tan aburrido como la jardinería o la gastronomía o cualquiera fuera la tarea servil con mayores horas y menor esfuerzo que existiera. Pasaba gran parte de su tiempo monitoreando bonos y acciones, revisando plazos de vencimiento y contratos que durante diciembre y otras fechas importantes no había tenido ni un segundo a disposición para mirar. El resto de los corredores en el piso dieciséis compartían su aburrimiento con la excepción de los jefes que siempre tenían algún pez gordo por cliente listo para hacer grandes movimientos en cortos plazos y por su propio bien, debían estar preparados para cual fueran sus demandas.
La hora de almuerzo consistió de una órden masiva de sushi por parte de toda la oficina, Rodriguez tragaba piezas de salmón como un pato que se ahogaba en tierra, ya se había manchado la camisa celeste dos veces con salsa de soja y de no haber tenido tanto hambre la escena le hubiera sacado el apetito por completo.
Apartó la mirada del plumífero panzón justo a tiempo para encontrarse cara a cara con Ángel que rodaba en su silla desde el escritorio en la otra punta hacia él.
- Terrazas del este. Diez de la noche. Vamos todos. Venís. -
- ¿Y si tengo planes? -
- Santiago es viernes, tenés cuarenta y estás soltero, no me jodas. Venís. -
- No me faltés el respeto pendejo - dijo entre risas - yo no me llevo a nadie borracho eh -
- Pero borracha seguro ¿no? -
- Eso es otra cosa -
Para las ocho de la noche apenas quedaban unas piezas de atún que nadie se había atrevido a tocar después de ver a Rodriguez chupándose los dedos y apartando todo lo que no fuera salmón de su paso.
Una segunda vuelta y una tercera ducha en su hogar fallaron en limpiar el cansancio de su cuerpo, mientras vaciaba los bolsillos de sus pantalones para pasar el contenido a su atuendo de noche dió con la pequeña bolsa blanca que Ángel le había proveído después del almuerzo. Se sentó a comer una porción de tarta al lado del complicado microondas que tenía más funciones de las que sabía utilizar antes de aspirar la mitad del contenido volcado en el mostrador de mármol como nieve de un invierno imposible.
Las pupilas negras se dilataron por un breve instante antes de ajustarse a la nueva euforia que lo invadió por completo. Faltaban unos largos minutos para las diez pero casi sin darse cuenta ya estaba a medio camino organizando una segunda tanda de líneas rectas en el tablero del auto.
La entrada del establecimiento estaba custodiada por dos estatuas hoscas de mirada penetrante acompañadas de un hombre que parecía el único del trío lo suficientemente instruído como para saber leer.
El interior estaba repleto de hombres de traje de dos piezas y mujeres con vestidos abiertos de motivos florales o colores simples. Supuso que los cavernícolas custodiando el ingreso no dejarían pasar a ningún hombre con pantalones cortos o ropa deportiva sin importar la estación y se sintió agradecido de que algunos lugares todavía conservaran cierto parámetro de admisión.
El rostro apacible de Ángel se movía ligeramente con el agitar de su brazo invitándolo a una pequeña mesa blanca en el centro del lugar, comprobó que el "todos" no incluía una porción considerable de la oficina cuando las únicas cuatro personas aparte de ellos dos lo recibieron con gritos eufóricos de triunfo y le ofrecieron un vaso de champagne.
La música ensordecedora pasaba sin ninguna escala de lo popular a lo electrónico dejando en el aire notas de charango y guitarra mezcladas con sintetizadores que sonaban como robots bajo tortura. La sed y el sudor empujaban los vasos uno tras otro a su garganta, el sabor ácido del champagne se perdía entre el dulce de las bebidas energéticas y el corazón daba tumbos en su pecho con tal fuerza que temió por los botones de su camisa.
Intentó ubicar el baño con la vista borrosa cuando la mujer más hermosa que había contemplado en toda su vida apareció frente a él apoyada contra el marco de la puerta que daba al arroyo maldonado.
Vestía la noche con todo su encanto sombrío adornado por un collar de estrellas brillantes. Sus pechos descubiertos asomaban como el alba amenazando con revelar bajo una luz omnipotente todos los secretos que hubiera preferido averiguar por si mismo.
Se levantó de inmediato sin decirle una palabra a sus compañeros que seguían ordenando botellas con una embriaguez que coqueteaba indecisa entre lo aceptable y lo patético.
Podía sentir la firmeza bajo su cintura dificultando su andar, ubicó un espacio donde ella no lo viera para acomodarse la ropa interior con un movimento rápido y prosiguió su marcha resuelta con la mirada clavada en la cabellera rojiza que caía como un río de lava sobre sus hombros con una calma que ni el más mínimo movimiento parecía perturbar.
Toda su persona exudaba algo místico, inexplicable, casi irreal pero absolutamente intoxicante y conforme salvaba la distancia entre ambos se volvía palpable. El aroma a gardenia con algún leve dejo de manzana le erizó la piel de los brazos y le hizo perder el equilibrio por un breve instánte. Supo con toda seguridad que en su lecho de muerte solo esa fragancia le traería paz y mientras fantaseaba con una vida en compañía de esa belleza inexorable le echó un segundo vistazo para asegurarse de no estar siendo engañado por el alcohol y el maquillaje.
- Un gusto belleza mi nombre es...-
- No me interesa, gracias. -
- ...Santiago. -
Hubo una pausa, la mujer intentó aprovecharla para salir por la puerta al patio exterior pero fue interceptada por un segundo intento de conversación.
- Manejo un auto que vale más de un millón de pesos y trabajo como broker en la bolsa de comercio. -
- y a mi no me interesa, gracias dije, permiso. - salió al patio despedida como una erupción volcánica en dirección a un viejo cuya cabellera parecía haberlo abandonado hacía décadas pero no había tenido la dignidad de cortarla por completo o siquiera intentado cubrirla con un peluquín. Tenía el aspecto de un mafioso italiano de película norteamericana con un pesado rolex de oro en la muñeca derecha y lomo ostentando una mata canosa a través de la camisa abierta como si el pelo hubiera decidido mudarse al piso de abajo.
La mujer lo rodeó con un brazo desde su espalda y lo besó en los labios con intensidad dirgiéndole una mirada fulminante a su atónita persona todavía congelado en el umbral.
Sin despedirse de su grupo cuyo estado se había decidido por el patetismo, arrojándose fragmentos de hielo los unos a los otros entre risas desenfrenadas salió a la noche mordiéndose los labios sin pausa hasta estacionar en el subsuelo.
Arrojó las llaves contra la pared a la par que se quitaba los zapatos dando pequeños saltos en un pié.
Encendió el aire y se quitó el resto de la ropa, no se preocupó en cerrar la puerta del cuarto ni bajar la persiana. Se subió de rodillas a la cama, sosteniendo su hombría con una mano firme, contemplaba de frente un cuadro enorme en la cabecera. En él, uno tigres se abalanzaban sobre la figura desnuda de una mujer apuntando un arma erecta que acariciaba su piel, los cabellos rubios que flotaban en el aire se tornaron de un rojo fuego, los pechos cayendo hacia los costados ya no estaban tapados por un vestido negro y las piernas firmes como las de sabrina se abrían para él, la voz sensual de la presentadora del noticiero le pedía a gritos que la hiciera suya mientras su mano alcanzaba lo inalcanzable acabando con el verano en un invierno artificial.


sábado, 11 de mayo de 2019

Despedirse

Nunca fuí muy bueno para las despedidas... En especial aquellas donde no podés siquiera decirle adiós a quien se va. Mi historia personal y las cicatrices del pasado me complican lidiar con las ausencias, parezco apático, insensible, frío y carente de toda emoción o gesto humano más allá de la mirada perdida en la lejanía y fija en un punto mirando pero no viendo. Pero lejos estoy de no sentir nada, por dentro hay tantas emociones que se atragantan en un cuello de botella en el medio del pecho. Tengo miedo, quiero llorar, me siento solo, me carcome la angustia, entiendo perféctamente la realidad y la idiotez de intentar negarla pero quiero atravesar paredes e irme a un lugar seguro donde no sea todo tan horrible. Me calmo, respiro, estoy acá. No quiero estar acá. Tampoco me quiero ir. No se que hacer. Pánico. No sé que hacer con las ausencias. En cada una se va una parte de mí mismo. Me siento menos cuando se van, se le baja el volumen a las cosas, el color, el brillo, la intensidad, el sabor y la emoción.
No me quiero torturar recordando pero involuntariamente se me vienen los flashbacks sin parar, ya van tres días que no puedo cerrar los ojos sin ver la escena repetirse una y otra vez. Que no puedo distraerme un segundo de lo que estoy haciendo o mi mente divaga una vez más ahí. Mi madre dice que es normal, estrés post traumático. Si es el caso, entiendo que hablarlo hace mejor, pero tampoco quiero hablarlo demasiado, se siente morboso, pienso que hay historias horribles que nos llegan y nuestras vidas eran mejor sin saberlas. No quiero andar contando secuencias espantosas y llenando la imaginación y la mente de personas que tenían un día quizás malo o bueno sin mi intromisión de imágenes desagradables y sentimientos angustiantes. No quiero que piensen "Mirá si me pasa a mí" o que se empiecen a preocupar por cosas que antes no los preocupaban. Lo digo porque yo soy así, a veces tengo un mal día y alguien me cuenta una secuencia nefasta y me empiezo a estresar sobre algo que ni siquiera es mío, ni me pasó pero ahora que puede pasar. Por otro lado siento que callarlo y digerirlo solo no aporta y me va a seguir torturando día tras día como lo viene haciendo. Quizás está demasiado fresco, no pasó ni una semana y por eso la frecuencia, quizás solo deba dejar pasar tiempo o quizás me persiga por meses hasta que pueda charlarlo, sacarlo para afuera.
Sea una o la otra, escribirlo es una manera de lidiar con ello.
Toda persona que por cualquier motivo se encuentre leyendo esto, sea el momento que sea, sepa que no lo hago con malas intenciones, necesito desahogar, si quieren dejar de leer, ahora es el momento.

El martes volví a casa del trabajo como cualquier otro día, llegué cansado pero el amor infinito de mi perra y mis gatos me hizo sentir que todo lo valía, como siempre. Me tiré en el sillón del comedor y dejé que me dieran besos mientras les hacía mimos, saque un par de fotos con todos ellos y me levanté al baño. Me había traído una gorra nueva del trabajo y fuí a probar frente al espejo como me quedaba para sacar una foto. Cuando estuve conforme caminé hasta el comedor donde la iluminación es mejor y mientras la perra me ladraba por no entender lo que hacía y yo la retaba, saqué una foto que salió movida y la borré. Acababa de sacar la segunda foto, no más de diez minutos desde que había llegado, cuando escuché una de las sillas moverse con fuerza contra la mesa y vi al gato de reojo en el piso: "Que boludo, se cayó subiendo" pensé. Pero inmediátamente supe que algo no estaba bien, ni siquiera le presté atención pero algo en la silueta de lo que apenas veía no encajaba con la normalidad de una escena que ya ví cientos de veces. Tengo gatos desde que nací, los ví caerse cientos de veces, calcular mal una altura, o la estabilidad del lugar de aterrizaje e irse de lleno contra ventanas, mesas, pisos, estantes, camas y escaleras. Se levantan en segundos, ya sea para salir corriendo del susto por no haber podido hacer lo que querían o para lavarse en el lugar como si no hubiera pasado nada. Pero se levantan en segundos... y el gato seguía en el piso, de costado... crucé el medio metro que nos separaba enseguida y ahí fue cuando presté atención a la respiración entrecortada.
En ese momento me separé en dos: "Se partió el cuello y se va a morir acá y ahora." Lo supe en cuanto lo vi, no estoy siquiera seguro de cómo o porqué, quizás los cabos que até más tarde con calma, ya los había atado en ese instánte. No quise moverlo por miedo a que efectivamente se hubiera roto el cuello y lo lastimara peor, pero la ausencia de maullido, la calma de la pose, la mirada fija en un punto sin parpadear y esa respiración que ya escuché antes, antes de que deje de respirar...apenas pasaron segundos cuando vi la cola erizarse y volverse un plumero como cuando ven algo que los asusta, pero sin ninguna otra reacción, estirar las cuatro patas al máximo y finalmente distenderse por completo, cesando todo ruido y movimiento para siempre.
La segunda parte de mi ser no cabía en si misma, no podía creer lo que estaba pasando, es un chiste de mal gusto, una joda, un mal flash, esto no está pasando, por favor no, ese gato no se lo merece, no hizo nada malo, como si la muerte se fijara en esas cosas, como si la muerte fuera alguien...
Debe haber sucedido todo en un minuto de reloj, para mi fue eterno. Levanté el teléfono y llamé a mi madre, no estaba en mis cabales claramente, se asustó más por mí que por otra cosa hasta que pude decirle lo que acababa de pasar y la escuché partirse al medio en llanto. Yo estaba en frente del pobre animal sin vida y ella implorando por un milagro, que me fije si respira, que me fije si le late el corazón, que haga todo lo que ya hice. Y yo rezando por otro milagro lo hice, porque todavía el cuerpo estaba caliente, pero la boca ya estaba azul, la vegija perdiendo pis...la perra y las gatas al rededor mío intentando morderlo, lamerlo y yo peleando por dejarlas para que entiendan y sacarlas como si le fueran a hacer algún daño... No pude llorar hasta la hora de dormir. Durante todo el momento estuve anestesiado, demasiado shockeado por lo que acababa de pasar para siquiera reaccionar. Le avisé a mi hermana, otro llamado incómodo, sin poder dar demasiadas explicaciones, incrédulo, triste, emocionalmente estafado por la vida y por la muerte. "No entiendo" es lo único que podía repetir. Un año y medio cuidando a un animal, dándole amor, recibiendo el suyo, comida, agua, mimos, noches de cama tapados juntos, compañía en cada momento, rutinas, afecto, fotos y fotos desde que medía centimetros y pesaba gramos hasta que se puso en tamaño adulto y hermoso.
Todo perdido en un...en un ¿Qué? Si ni siquiera vi exáctamente lo que pasó, lo único que puedo reconstruir es un obvio intento de subir a la mesa, un resbalón y la mala suerte de darse el cuello contra el caño de una silla y romperse el cuello. Una herida que no siempre es mortal pero cuando lo es, es instantánea. Menos de un minuto desde escuchar el ruido, verlo, acercarme y verlo morir. Parado ahí, en plena impotencia, no impotencia de "capaz había algo que podía hacer" la impotencia real y horrible de saber que no había nada que podía hacer más que verlo morir. Que nada cambia lo que acaba de pasar y nada lo hubiera cambiado. Las sillas están en el mismo lugar hace dos años y si entrara en una cadena de "Que hubiera cambiado para que no pase" directamente no traía un gato a vivir a casa, no sirve, no sirve pensar así, pasó y después de haber tenido que meter dos gatos en bolsas de consorcio después de haber vivido más de una década con ellos pensé que la próxima vez que tuviera que vivir una secuencia similar iban a pasar otros diez años. Ya no iba a vivir acá y lo haría para darle una mano a mi vieja. Pero no, un año y medio de vida robado en un accidente tan idiota que si me lo contaran diría "Entiendo el horror de la muerte, PERO QUE FORMA PELOTUDA DE MORIRSE" lo que solo lo hace más injusto todavía e incrementa el dolor y angustia que trae toda pérdida.
Cuando trajeron a los gatos a casa me acuerdo que no quería darles bola, trataba de no prestarles atención por más adorables que fueran y de hecho me fuí dos meses a vivir a la casa de mi hermana en el bolsón, pero volví acá e inevitablemente me fueron comprando. Reclamando mimos, afecto, atención y yo les dí lo mismo y les reclamé lo mismo. Nos empezamos a entender y con él, con él fue siempre todo tan pacífico, tan paciente, tan despacio, cada día era un poco más sociable, atrevido, valiente y hermoso. ¿Y así tenía que terminar?
Es el miedo que siempre tengo, cuando me encariño con algo, con alguien, sea un ser vivo o un objeto inanimado ¿Qué voy a sentir cuando lo pierda? Yo no pienso las cosas en clave de "Cuánto las voy a disfrutar mientras las tenga" yo las pienso en "¿Voy a sobrevivir a perderlas?" Lo vi crecer desde los cuarenta días hasta el año y medio, lo vi pasar de ser una rata inmunda al gato más lindo que jamás tuve y lo vi morir en frente mío sin poder hacer absolutamente nada.
Se siente todo tan injusto. Vivía, daba amor, nunca hizo nada horrible, nunca mintió, nunca dañó, nunca votó al PRO, nunca le jodió la vida a nadie y tuvo un accidente tan tonto y con tanta precisión se viene a golpear en un lugar letal. Me cuesta horrores digerirlo y soy el que más motivos tiene para hacerlo, lo vi pasar. En menos de cinco minutos pasó de estar a upa mío mientras le hacía mimos a moribundo en el piso, a muerto y todo pasó a menos de medio metro mío sin que pueda siquiera intentar nada.
Las conclusiones me las guardo, lo que pasó por mi cabeza, lo que pasa, lo que siento, eso me toca a mi para lidiar y convivir. Lo escribo sin compartir para ver si afloja el peso, los flashbacks, la sensación de injusticia y dolor.
No tengo más fuerza, tengo sueño, trato de mantenerme despierto todo lo posible hasta que el sueño es demasiado, siendo las cuatro de la mañana ya no doy más. Voy a intentar descansar algo...

martes, 26 de junio de 2018

Depresión

    Pensé que nunca en la vida me iba a convertir en una de esas personas incapaces de enfrentar sus problemas, tirado en una cama sintiendo vaya uno a saber qué, sin rumbo ni propósito, pero asi fué, asi es. No, no me ha sido diagnosticado por un psicólogo ni un psiquiatra, pero no hablo de depresión a nivel millenial tirado en una cama mirando netflix todo el dia y comiendo papas fritas porque me da paja salir. Hablo de algo que llegó a preocupar a familia y amigos entre los cuales hay profesionales de la salud y cuyos signos ya me habían sido advertidos por mi propio piscólogo antes de dejar de ir.
Fue un proceso progresivo, no empezó de un día para el otro, haciendo un esfurezo y mucha memoria creo que el inicio lo marca el final de la relación con mi ex pareja tras meses de lucha para sostener algo insostenible. Fue una relación tóxica por donde la mires, acelerada, llena de histeria, celos, problemas y mentiras. Pero lo que me quebró fue haberme enamorado, no se cuántos de ustedes hayan sentido profundamente amor por una pareja pero es distinto al amor fraternal, al amor familiar o cualquier otro tipo. La mayor diferencia y lo que lo vuelve más fuerte es que lo elegiste, nadie te forzó a escoger a esa persona, no nació al lado tuyo, no estabas forzado a sentarte ocho horas al lado en un trabajo o colegio y esa persona también te eligió. Sentís algo puro, algo propio "Esto es mío, esto es nuestro" y nadie se puede meter y nadie tiene la llave ni el botón de apagado excepto nosotros.
No les voy a mentir, yo no fuí perfecto y mucho menos ejemplar, pero creo haber hecho las cosas con amor, con ganas, con buenas intenciones y por sobre todo de frente y con sinceridad, no recibí mucho de eso del otro lado, me encontré a mi mismo siendo ninguneado, mentido, maltratado y usado. Llegué a cuestionarme si había una falta de amor propio que me permitía recibir tanta basura sin chistar o chistando para después aceptar, tragar y seguir porque la amaba. Pero todo ciclo termina y no hay espalda que aguante tanto peso externo e interno, me rendí, termine todo, me alejé. Creo que una parte mía se dió cuenta que ese día solté el volante, pero no hizo nada por retomarlo.
Mi situación laboral no era ideal, pero al menos cobraba, al menos tenía trabajo, obra social, amigos y compañeros que valían más que el oro, el dólar y el euro juntos, pero no era ideal. El stress, la falta de la totalidad del pago, el maltrato por parte de la dirección y el entorno hostíl en el que me desenvolvía, no fueron precisamente una ayuda para alguien que ayer estaba por irse a vivir con la mujer que amaba y hoy estaba solo, dolido, confundido y enojado.
Llegaba tarde todos los días, a veces diez minutos, a veces cuatro horas. Me saltaba la térmica por algo que no me gustaba, agarraba mis cosas y me iba dos horas antes, tres, seis. Armaba conflictos donde no los había, discutía con cualquiera por el simple hecho de descargarme y una de esas peleas me costó el trabajo. Era un chiste, me reí, disfruté, saludé, me hacían un favor. Al fin podía dejar los miedos de algo inestable pero propio y salir de ese ataúd del que me faltaba un clavo para morirme para siempre adentro. Todavía no me daba cuenta que todo ese énfasis, esa felicidad, esa energía, las sonrisas, los chistes, las salidas con amigos, los fines de semana de tomar alcohol hasta perder noción de donde estaba no eran causa de una nueva y prominente libertad sino de una necesidad enorme de ocultar y tapar el llanto interno que gritaba por salir, no, no estaba todo bien, no iba a estar bien, no si no enfrentaba lo que pasó.
Un poco perdido, un poco sin saber exáctamente qué y cómo hacer, enojado, frustrado expresé mis ganas de desaparecer de la ciudad, de vivir lejos de irme y no volver. Privilegio de ser yo, mi hermana estiró una mano de mil ochocientos kilómetros y me ofreció su casa en el bolsón para que busque trabajo allá mientras los ayudaba a construir su nueva casa. No voy a entrar en detalle sobre la cantidad de fantasmas a los que me enfrenté durante ese mes, al crecimiento que tuve, las noches temblando entre pesadillas y las realizaciones sobre mi vida y mi persona. Pero si quiero destacar el nacimiento de dos sombras que eventualmente me llevaron al declive. La primera, la falta de motivación, a pesar de mi discurso, de mis ganas, no hice un esfuerzo sincero y real por encontrar un trabajo, por quedarme y hasta el día de la fecha lamento haber "abusado" de su hospitalidad aunque se que no fue tan así. El segundo, la falta de confrontación, darme cuenta que los problemas no se van aunque te vayas lejos, al menos no los que residen adentro tuyo. Me di cuenta que no importaba lo que hiciera hasta que pudiera enfrentar lo que pasó. Trataba de olvidarme, de bloquear, de no pensar. Pero volví a buenos aires, a iniciar un proyecto que sería el futuro de mi independencia económica y un segundo proyecto que sería similar.
Una vez más, pensar demasiado resultó ser un problema. Los miedos, los fantasmas, no se fueron a ningún lado y finalmente el proceso que comenzó con una ruptura amorosa y una pérdida laboral terminó en depresión y es esta la parte más importante del relato, para mi y para aquellos que sé, se vieron afectados.
Empezó con un ataque de pánico sin ningún detonante aparente, al borde del desmayo en el baño de mi casa gritando por ayuda mientras sentía el pulso desacelerar y pensaba "Me muero acá, en un baño, en el piso, con veintiseis años, sin trabajo, sin pareja, sin propósito, me muero acá y mi vida fué patética." No fue hasta el tercer ataque, siempre de noche, siempre solo, solo con mi cabeza a mil, que empecé a sentir la apatía por completo.
Dormía durante doce horas, me despertaba, no veía ningún sentido a levantarme, seguía durmiendo, ignorando el hambre, la sed, el sudor, si duermo todo eso desaparece. Los días pasan, la panza duele, los músculos sin uso pican, los tendones arden, el pelo engrasado te tapa la cara cada vez más largo, la barba molesta, el olor a transpiración es casi lo único que te mantiene despierto. La misma ropa hace días, hoy no es tan difícil. Te levantas, te bañas, te peinas, te cambias, comes ¿y ahora? La computadora con internet y mil videojuegos no te ofrece ningún placer, ningún escape, ningún interés, la televisión tampoco, volvés a la cama, no estás realmente mirando el techo, ni la pared, ni la ventana. No estás.
Pero el mundo no desaparece porque uno decida no estar en él, tu familia se preocupa, tus amigos te buscan y tenés que pretender que estás al borde de que se te pase, no es nada grave, porque no tenés la menor idea de si algún día te vas a sentir mejor pero es difícil explicar que no te importa. No sos suicida, no estás pensando en matarte, si tuvieras la fuerza y las ganas para cortarte las venas probablemente estarías cortando una rodaja de pan y untádole manteca. Estás sinceramente apático, no sentís nada, no hay interes real, no hay ganas, nada importa, nada duele, nada molesta, existís porque requiere poco esfuerzo pero si tuvieras que hacerlo a nivel consciente ya no estarías ahí.
Te da ansiedad ir al kiosco, caminás sintiendo el dolor en todos esos músculos que hace rato no estás usando, a veces el aire frío te da un poco de paz, pensás que quizás vale la pena enfrentar la realidad pero volvés y la cama es todo el espacio que podés ocupar.
Le prometés a tus amigos que vas a salir, que vas a ir a tal o cual lado, si, esta noche si. Porque en el fondo querés, pero no sabés como explicarles que no te sale. Que intenté vestirme, peinarme, pero no quiero salir, tengo que hablar de mi vida y les voy a tener que decir que no estoy haciendo nada, que hace días duermo, que ya me olvidé cuando fué la última vez que sonreí de verdad y no para caretearla, que soy consciente de que tengo que enfrentar lo que pasó pero no se cómo, o se perfectamente cómo pero no quiero.
Requirió mucha introspección, un poco de sociabilidad forzada, la visita de alguna que otra persona en particular y un montón de voluntad para tomar la decisión de levantarme de nuevo, despacio, de a poco. Porque confío en que el mundo tiene una infinidad de propuestas, aventuras, alegrías y bizarradas esperandome ahí afuera. No puedo prometer nada, hace tiempo aprendí a no adelantar mi voz a mis pasos, pero si puedo comunicar, transmitir, hablar y escribir para desahogar y comprender y capaz con la pequeña esperanza de ser comprendido también.
No tengo una conclusión elocuente respecto de la depresión y la condición humana, tampoco una fórmula mágica para vencerla o combatirla, cada caso es personal, con sus propias idas y vueltas. Quizás el único saldo es haber experimentado algo que siempre pensé muy lejano y ajeno a "mi forma de ser", nunca digas nunca.

jueves, 8 de marzo de 2018

Cloe se ríe

Cloe se ríe mientras me acerca la bocina de un teléfono verde chillón al oído, la tomo entre mis dedos y pretendo muy seriamente estar atento al otro lado.
"Es Mickey?" pregunto, buscando la complicidad infantíl en su mirada que asiente, inmediatamente me incorporo con seriedad, no todos los días uno habla con celebridades.
Tengo una amistosa charla con el simpático ratón hasta que Cloe aleja el teléfono de mi oído intentando escuchar y se ríe nuevamente cuando le hago cosquillas por chusma.
Cloe juega hasta el cansancio haciendo intervalos ocasionales para mirar la televisión de fondo que proyecta repeticiones de series infantiles, por momentos se abstrae tanto que aparta mis manos sin mirarme mientras apreto sus cachetes con el fin de perturbar su concentración.
A veces es difícil distinguir quien de los dos es más aniñado, olvido con frecuencia que a su edad la línea entre lo real y lo ficticio no es tan comprensible y entre juegos y discusiones de mentira se angustia y llora o se enoja y grita. Amablemente mi hermana me recuerda esa delgada línea que me avergüenzo de haberla hecho cruzar, pienso en la inocencia de los niños y  por un instante me pregunto cuántos carecen de un entorno que los ayude a discernir, cuanto dolor se habría ahorrado el mundo si nadie abusara de ese regalo divino.
En la cena Cloe come con énfasis reponiendo toda la energía que francamente parece no agotarse nunca hasta que lo hace y en estos momentos, entre bocado y bocado, sus ojos empiezan a ceder con algún que otro cabeceo ocasional que pretende negar incorporándose inmediatamente y riendose al ritmo que contesta que no está cansada. Los niños nunca admiten el cansancio, no como los adultos que eternamente hablan de sus merecidos descansos, no. Los niños niegan el cansanscio porque hay miles de aventuras nuevas que los esperan y tanto por descubrir que no pueden permitirse el lujo de una siesta y su frustración los hace romper en llanto, como ahora mismo que entre llágrimas y bostezos Cloe cae rendida en los hombros de su padre y me saluda con una mano pesada mientras suben la escalera hacia su dormitorio.
Pienso en Cloe con su cara apasible, su estómago lleno, sus pies calentitos, arropada en una cama mullida rodeada del amor de su familia y me pregunto si su vida siempre será así.
Ojalá, deseo que su suerte permanezca intacta y encuentre amor a donde vaya, con quien vaya y siga dando todo ese amor que parece demasiado para entrar en esa ternura de persona. Me pregunto si alguna vez fuí igual, quedan lejos los recuerdos de la infancia y hace tiempo no pregunto sobre mi pasado a nadie que pueda responderme.
No escapa a mi conocimiento la cruda realidad, no puedo evitar pensar en todos esos niños que no están durmiendo cómodamente, que no están siendo amados, que no llegarán siquiera a su adolescencia y mientras lavo mi cara evito mirarme en el espejo a cuyo reflejo no puedo contestarle una simple pregunta que ya es tarde para pretender ignorar ¿Qué estás haciendo vos para que todos esos niños tengan un futuro mejor? Siento el peso de mi existencia por primera vez en años y soy consciente de que todas mis acciones tienen consecuencias, incluso aquellas que no cometo.
Hoy hice reir a Cloe, hoy la amé como cada día desde su nacimiento, hoy su vida es un poco más alegre, o al menos eso pienso, es mi consuelo, es un principio.
Hoy Cloe rió y ahora, Cloe duerme.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Poemas al viento

Perdí la cuenta de las noches que dormimos juntos
Del calor de tu cuerpo contra el mío
El ritual, el encuentro, el abrazo, las charlas, caer rendidos
Perdí la cuenta de las noches que duermo solo
Abrazando las almohadas frías que no devuelven nada
Sigo evitando los movimientos bruscos para no despertarte
y me levanto despacio recordando que ya no estás
Le doy un beso a las mascotas para no perder la costumbre
pero mis labios no se olvidan de los tuyos
Sos como una comezón que no me puedo rascar nunca
Perdió el sentido hablar de culpas, motivos y razones
La realidad te devuelve siempre a lo que está y lo que no
Y tu ausencia se hace tan presente como siempre
Es gracioso extrañarte cuando no estoy seguro de haberte conocido
Al menos no todas esas partes que terminaron por separarnos
Todas esas que en cada reencuentro nos distanciaron más
Me recordé una y otra vez no intentar justificarte
Al menos no si vos no lo hacías y jamás lo hiciste
Siempre fue claro que yo quería más de lo que había
Siempre fue claro que te hacía bien tenerme
Pero no nos queríamos de la misma forma
Nunca lo hicimos y nunca lo haremos
Todavía hoy lo que extrañás de mí no es lo que extraño de vos
Dejé de idealizarte, extraño más las costumbres que tu ser
Extraño más el sentimiento que despertaba que a su dueña
Pero no te vas y yo tampoco aunque no estemos
Se volvió un hábito permanecer cerca en la distancia
Como vecinos recelosos que se miran por la ventana
Esperando a que salga alguno para pasar casualmente y saludar
Y mientras más pendientes estamos más descuidamos la casa
Ya no sé cuantas veces escuché el timbre y como no eras vos no bajé
Ya no sé cuantas veces vi gente en tu umbral ir y venir sin respuesta
Me pregunto si alguno de los dos esta dispuesto a mudarse
Nos seguimos tirando la pelota sin palabras "Andate vos"
Y en cuanto vemos una caja salimos corriendo a inventar excusas
Es gracioso cuando escribo que parezca tan inocente y dolido
Si vos sos un monstruo no se que queda de mí entonces
Nos volvimos una suerte de retrato de Dorian Grey mutuo
Si nos contemplamos el uno al otro nos destruye
Pero de reojo estamos bien, duele menos recordar quienes somos
Pero las noches pasan y los sueños mueren
Sigo sin estar seguro por completo
Algún día me gustaría no verte más
Por ahora, cada tanto, cierro los ojos y estás ahí
Y camino ciego un rato para no perderte de nuevo
Pero cómo no ceder si cada ocasión que te pierdo me encuentro más a mi
Todo lo que me inspira me agrada
No tenerte, por momentos, me agrada.
Te (no) extraño.





Misael