Nunca fuí muy bueno para las despedidas... En especial aquellas donde no podés siquiera decirle adiós a quien se va. Mi historia personal y las cicatrices del pasado me complican lidiar con las ausencias, parezco apático, insensible, frío y carente de toda emoción o gesto humano más allá de la mirada perdida en la lejanía y fija en un punto mirando pero no viendo. Pero lejos estoy de no sentir nada, por dentro hay tantas emociones que se atragantan en un cuello de botella en el medio del pecho. Tengo miedo, quiero llorar, me siento solo, me carcome la angustia, entiendo perféctamente la realidad y la idiotez de intentar negarla pero quiero atravesar paredes e irme a un lugar seguro donde no sea todo tan horrible. Me calmo, respiro, estoy acá. No quiero estar acá. Tampoco me quiero ir. No se que hacer. Pánico. No sé que hacer con las ausencias. En cada una se va una parte de mí mismo. Me siento menos cuando se van, se le baja el volumen a las cosas, el color, el brillo, la intensidad, el sabor y la emoción.
No me quiero torturar recordando pero involuntariamente se me vienen los flashbacks sin parar, ya van tres días que no puedo cerrar los ojos sin ver la escena repetirse una y otra vez. Que no puedo distraerme un segundo de lo que estoy haciendo o mi mente divaga una vez más ahí. Mi madre dice que es normal, estrés post traumático. Si es el caso, entiendo que hablarlo hace mejor, pero tampoco quiero hablarlo demasiado, se siente morboso, pienso que hay historias horribles que nos llegan y nuestras vidas eran mejor sin saberlas. No quiero andar contando secuencias espantosas y llenando la imaginación y la mente de personas que tenían un día quizás malo o bueno sin mi intromisión de imágenes desagradables y sentimientos angustiantes. No quiero que piensen "Mirá si me pasa a mí" o que se empiecen a preocupar por cosas que antes no los preocupaban. Lo digo porque yo soy así, a veces tengo un mal día y alguien me cuenta una secuencia nefasta y me empiezo a estresar sobre algo que ni siquiera es mío, ni me pasó pero ahora sé que puede pasar. Por otro lado siento que callarlo y digerirlo solo no aporta y me va a seguir torturando día tras día como lo viene haciendo. Quizás está demasiado fresco, no pasó ni una semana y por eso la frecuencia, quizás solo deba dejar pasar tiempo o quizás me persiga por meses hasta que pueda charlarlo, sacarlo para afuera.
Sea una o la otra, escribirlo es una manera de lidiar con ello.
Toda persona que por cualquier motivo se encuentre leyendo esto, sea el momento que sea, sepa que no lo hago con malas intenciones, necesito desahogar, si quieren dejar de leer, ahora es el momento.
El martes volví a casa del trabajo como cualquier otro día, llegué cansado pero el amor infinito de mi perra y mis gatos me hizo sentir que todo lo valía, como siempre. Me tiré en el sillón del comedor y dejé que me dieran besos mientras les hacía mimos, saque un par de fotos con todos ellos y me levanté al baño. Me había traído una gorra nueva del trabajo y fuí a probar frente al espejo como me quedaba para sacar una foto. Cuando estuve conforme caminé hasta el comedor donde la iluminación es mejor y mientras la perra me ladraba por no entender lo que hacía y yo la retaba, saqué una foto que salió movida y la borré. Acababa de sacar la segunda foto, no más de diez minutos desde que había llegado, cuando escuché una de las sillas moverse con fuerza contra la mesa y vi al gato de reojo en el piso: "Que boludo, se cayó subiendo" pensé. Pero inmediátamente supe que algo no estaba bien, ni siquiera le presté atención pero algo en la silueta de lo que apenas veía no encajaba con la normalidad de una escena que ya ví cientos de veces. Tengo gatos desde que nací, los ví caerse cientos de veces, calcular mal una altura, o la estabilidad del lugar de aterrizaje e irse de lleno contra ventanas, mesas, pisos, estantes, camas y escaleras. Se levantan en segundos, ya sea para salir corriendo del susto por no haber podido hacer lo que querían o para lavarse en el lugar como si no hubiera pasado nada. Pero se levantan en segundos... y el gato seguía en el piso, de costado... crucé el medio metro que nos separaba enseguida y ahí fue cuando presté atención a la respiración entrecortada.
En ese momento me separé en dos: "Se partió el cuello y se va a morir acá y ahora." Lo supe en cuanto lo vi, no estoy siquiera seguro de cómo o porqué, quizás los cabos que até más tarde con calma, ya los había atado en ese instánte. No quise moverlo por miedo a que efectivamente se hubiera roto el cuello y lo lastimara peor, pero la ausencia de maullido, la calma de la pose, la mirada fija en un punto sin parpadear y esa respiración que ya escuché antes, antes de que deje de respirar...apenas pasaron segundos cuando vi la cola erizarse y volverse un plumero como cuando ven algo que los asusta, pero sin ninguna otra reacción, estirar las cuatro patas al máximo y finalmente distenderse por completo, cesando todo ruido y movimiento para siempre.
La segunda parte de mi ser no cabía en si misma, no podía creer lo que estaba pasando, es un chiste de mal gusto, una joda, un mal flash, esto no está pasando, por favor no, ese gato no se lo merece, no hizo nada malo, como si la muerte se fijara en esas cosas, como si la muerte fuera alguien...
Debe haber sucedido todo en un minuto de reloj, para mi fue eterno. Levanté el teléfono y llamé a mi madre, no estaba en mis cabales claramente, se asustó más por mí que por otra cosa hasta que pude decirle lo que acababa de pasar y la escuché partirse al medio en llanto. Yo estaba en frente del pobre animal sin vida y ella implorando por un milagro, que me fije si respira, que me fije si le late el corazón, que haga todo lo que ya hice. Y yo rezando por otro milagro lo hice, porque todavía el cuerpo estaba caliente, pero la boca ya estaba azul, la vegija perdiendo pis...la perra y las gatas al rededor mío intentando morderlo, lamerlo y yo peleando por dejarlas para que entiendan y sacarlas como si le fueran a hacer algún daño... No pude llorar hasta la hora de dormir. Durante todo el momento estuve anestesiado, demasiado shockeado por lo que acababa de pasar para siquiera reaccionar. Le avisé a mi hermana, otro llamado incómodo, sin poder dar demasiadas explicaciones, incrédulo, triste, emocionalmente estafado por la vida y por la muerte. "No entiendo" es lo único que podía repetir. Un año y medio cuidando a un animal, dándole amor, recibiendo el suyo, comida, agua, mimos, noches de cama tapados juntos, compañía en cada momento, rutinas, afecto, fotos y fotos desde que medía centimetros y pesaba gramos hasta que se puso en tamaño adulto y hermoso.
Todo perdido en un...en un ¿Qué? Si ni siquiera vi exáctamente lo que pasó, lo único que puedo reconstruir es un obvio intento de subir a la mesa, un resbalón y la mala suerte de darse el cuello contra el caño de una silla y romperse el cuello. Una herida que no siempre es mortal pero cuando lo es, es instantánea. Menos de un minuto desde escuchar el ruido, verlo, acercarme y verlo morir. Parado ahí, en plena impotencia, no impotencia de "capaz había algo que podía hacer" la impotencia real y horrible de saber que no había nada que podía hacer más que verlo morir. Que nada cambia lo que acaba de pasar y nada lo hubiera cambiado. Las sillas están en el mismo lugar hace dos años y si entrara en una cadena de "Que hubiera cambiado para que no pase" directamente no traía un gato a vivir a casa, no sirve, no sirve pensar así, pasó y después de haber tenido que meter dos gatos en bolsas de consorcio después de haber vivido más de una década con ellos pensé que la próxima vez que tuviera que vivir una secuencia similar iban a pasar otros diez años. Ya no iba a vivir acá y lo haría para darle una mano a mi vieja. Pero no, un año y medio de vida robado en un accidente tan idiota que si me lo contaran diría "Entiendo el horror de la muerte, PERO QUE FORMA PELOTUDA DE MORIRSE" lo que solo lo hace más injusto todavía e incrementa el dolor y angustia que trae toda pérdida.
Cuando trajeron a los gatos a casa me acuerdo que no quería darles bola, trataba de no prestarles atención por más adorables que fueran y de hecho me fuí dos meses a vivir a la casa de mi hermana en el bolsón, pero volví acá e inevitablemente me fueron comprando. Reclamando mimos, afecto, atención y yo les dí lo mismo y les reclamé lo mismo. Nos empezamos a entender y con él, con él fue siempre todo tan pacífico, tan paciente, tan despacio, cada día era un poco más sociable, atrevido, valiente y hermoso. ¿Y así tenía que terminar?
Es el miedo que siempre tengo, cuando me encariño con algo, con alguien, sea un ser vivo o un objeto inanimado ¿Qué voy a sentir cuando lo pierda? Yo no pienso las cosas en clave de "Cuánto las voy a disfrutar mientras las tenga" yo las pienso en "¿Voy a sobrevivir a perderlas?" Lo vi crecer desde los cuarenta días hasta el año y medio, lo vi pasar de ser una rata inmunda al gato más lindo que jamás tuve y lo vi morir en frente mío sin poder hacer absolutamente nada.
Se siente todo tan injusto. Vivía, daba amor, nunca hizo nada horrible, nunca mintió, nunca dañó, nunca votó al PRO, nunca le jodió la vida a nadie y tuvo un accidente tan tonto y con tanta precisión se viene a golpear en un lugar letal. Me cuesta horrores digerirlo y soy el que más motivos tiene para hacerlo, lo vi pasar. En menos de cinco minutos pasó de estar a upa mío mientras le hacía mimos a moribundo en el piso, a muerto y todo pasó a menos de medio metro mío sin que pueda siquiera intentar nada.
Las conclusiones me las guardo, lo que pasó por mi cabeza, lo que pasa, lo que siento, eso me toca a mi para lidiar y convivir. Lo escribo sin compartir para ver si afloja el peso, los flashbacks, la sensación de injusticia y dolor.
No tengo más fuerza, tengo sueño, trato de mantenerme despierto todo lo posible hasta que el sueño es demasiado, siendo las cuatro de la mañana ya no doy más. Voy a intentar descansar algo...
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