martes, 26 de junio de 2018

Depresión

    Pensé que nunca en la vida me iba a convertir en una de esas personas incapaces de enfrentar sus problemas, tirado en una cama sintiendo vaya uno a saber qué, sin rumbo ni propósito, pero asi fué, asi es. No, no me ha sido diagnosticado por un psicólogo ni un psiquiatra, pero no hablo de depresión a nivel millenial tirado en una cama mirando netflix todo el dia y comiendo papas fritas porque me da paja salir. Hablo de algo que llegó a preocupar a familia y amigos entre los cuales hay profesionales de la salud y cuyos signos ya me habían sido advertidos por mi propio piscólogo antes de dejar de ir.
Fue un proceso progresivo, no empezó de un día para el otro, haciendo un esfurezo y mucha memoria creo que el inicio lo marca el final de la relación con mi ex pareja tras meses de lucha para sostener algo insostenible. Fue una relación tóxica por donde la mires, acelerada, llena de histeria, celos, problemas y mentiras. Pero lo que me quebró fue haberme enamorado, no se cuántos de ustedes hayan sentido profundamente amor por una pareja pero es distinto al amor fraternal, al amor familiar o cualquier otro tipo. La mayor diferencia y lo que lo vuelve más fuerte es que lo elegiste, nadie te forzó a escoger a esa persona, no nació al lado tuyo, no estabas forzado a sentarte ocho horas al lado en un trabajo o colegio y esa persona también te eligió. Sentís algo puro, algo propio "Esto es mío, esto es nuestro" y nadie se puede meter y nadie tiene la llave ni el botón de apagado excepto nosotros.
No les voy a mentir, yo no fuí perfecto y mucho menos ejemplar, pero creo haber hecho las cosas con amor, con ganas, con buenas intenciones y por sobre todo de frente y con sinceridad, no recibí mucho de eso del otro lado, me encontré a mi mismo siendo ninguneado, mentido, maltratado y usado. Llegué a cuestionarme si había una falta de amor propio que me permitía recibir tanta basura sin chistar o chistando para después aceptar, tragar y seguir porque la amaba. Pero todo ciclo termina y no hay espalda que aguante tanto peso externo e interno, me rendí, termine todo, me alejé. Creo que una parte mía se dió cuenta que ese día solté el volante, pero no hizo nada por retomarlo.
Mi situación laboral no era ideal, pero al menos cobraba, al menos tenía trabajo, obra social, amigos y compañeros que valían más que el oro, el dólar y el euro juntos, pero no era ideal. El stress, la falta de la totalidad del pago, el maltrato por parte de la dirección y el entorno hostíl en el que me desenvolvía, no fueron precisamente una ayuda para alguien que ayer estaba por irse a vivir con la mujer que amaba y hoy estaba solo, dolido, confundido y enojado.
Llegaba tarde todos los días, a veces diez minutos, a veces cuatro horas. Me saltaba la térmica por algo que no me gustaba, agarraba mis cosas y me iba dos horas antes, tres, seis. Armaba conflictos donde no los había, discutía con cualquiera por el simple hecho de descargarme y una de esas peleas me costó el trabajo. Era un chiste, me reí, disfruté, saludé, me hacían un favor. Al fin podía dejar los miedos de algo inestable pero propio y salir de ese ataúd del que me faltaba un clavo para morirme para siempre adentro. Todavía no me daba cuenta que todo ese énfasis, esa felicidad, esa energía, las sonrisas, los chistes, las salidas con amigos, los fines de semana de tomar alcohol hasta perder noción de donde estaba no eran causa de una nueva y prominente libertad sino de una necesidad enorme de ocultar y tapar el llanto interno que gritaba por salir, no, no estaba todo bien, no iba a estar bien, no si no enfrentaba lo que pasó.
Un poco perdido, un poco sin saber exáctamente qué y cómo hacer, enojado, frustrado expresé mis ganas de desaparecer de la ciudad, de vivir lejos de irme y no volver. Privilegio de ser yo, mi hermana estiró una mano de mil ochocientos kilómetros y me ofreció su casa en el bolsón para que busque trabajo allá mientras los ayudaba a construir su nueva casa. No voy a entrar en detalle sobre la cantidad de fantasmas a los que me enfrenté durante ese mes, al crecimiento que tuve, las noches temblando entre pesadillas y las realizaciones sobre mi vida y mi persona. Pero si quiero destacar el nacimiento de dos sombras que eventualmente me llevaron al declive. La primera, la falta de motivación, a pesar de mi discurso, de mis ganas, no hice un esfuerzo sincero y real por encontrar un trabajo, por quedarme y hasta el día de la fecha lamento haber "abusado" de su hospitalidad aunque se que no fue tan así. El segundo, la falta de confrontación, darme cuenta que los problemas no se van aunque te vayas lejos, al menos no los que residen adentro tuyo. Me di cuenta que no importaba lo que hiciera hasta que pudiera enfrentar lo que pasó. Trataba de olvidarme, de bloquear, de no pensar. Pero volví a buenos aires, a iniciar un proyecto que sería el futuro de mi independencia económica y un segundo proyecto que sería similar.
Una vez más, pensar demasiado resultó ser un problema. Los miedos, los fantasmas, no se fueron a ningún lado y finalmente el proceso que comenzó con una ruptura amorosa y una pérdida laboral terminó en depresión y es esta la parte más importante del relato, para mi y para aquellos que sé, se vieron afectados.
Empezó con un ataque de pánico sin ningún detonante aparente, al borde del desmayo en el baño de mi casa gritando por ayuda mientras sentía el pulso desacelerar y pensaba "Me muero acá, en un baño, en el piso, con veintiseis años, sin trabajo, sin pareja, sin propósito, me muero acá y mi vida fué patética." No fue hasta el tercer ataque, siempre de noche, siempre solo, solo con mi cabeza a mil, que empecé a sentir la apatía por completo.
Dormía durante doce horas, me despertaba, no veía ningún sentido a levantarme, seguía durmiendo, ignorando el hambre, la sed, el sudor, si duermo todo eso desaparece. Los días pasan, la panza duele, los músculos sin uso pican, los tendones arden, el pelo engrasado te tapa la cara cada vez más largo, la barba molesta, el olor a transpiración es casi lo único que te mantiene despierto. La misma ropa hace días, hoy no es tan difícil. Te levantas, te bañas, te peinas, te cambias, comes ¿y ahora? La computadora con internet y mil videojuegos no te ofrece ningún placer, ningún escape, ningún interés, la televisión tampoco, volvés a la cama, no estás realmente mirando el techo, ni la pared, ni la ventana. No estás.
Pero el mundo no desaparece porque uno decida no estar en él, tu familia se preocupa, tus amigos te buscan y tenés que pretender que estás al borde de que se te pase, no es nada grave, porque no tenés la menor idea de si algún día te vas a sentir mejor pero es difícil explicar que no te importa. No sos suicida, no estás pensando en matarte, si tuvieras la fuerza y las ganas para cortarte las venas probablemente estarías cortando una rodaja de pan y untádole manteca. Estás sinceramente apático, no sentís nada, no hay interes real, no hay ganas, nada importa, nada duele, nada molesta, existís porque requiere poco esfuerzo pero si tuvieras que hacerlo a nivel consciente ya no estarías ahí.
Te da ansiedad ir al kiosco, caminás sintiendo el dolor en todos esos músculos que hace rato no estás usando, a veces el aire frío te da un poco de paz, pensás que quizás vale la pena enfrentar la realidad pero volvés y la cama es todo el espacio que podés ocupar.
Le prometés a tus amigos que vas a salir, que vas a ir a tal o cual lado, si, esta noche si. Porque en el fondo querés, pero no sabés como explicarles que no te sale. Que intenté vestirme, peinarme, pero no quiero salir, tengo que hablar de mi vida y les voy a tener que decir que no estoy haciendo nada, que hace días duermo, que ya me olvidé cuando fué la última vez que sonreí de verdad y no para caretearla, que soy consciente de que tengo que enfrentar lo que pasó pero no se cómo, o se perfectamente cómo pero no quiero.
Requirió mucha introspección, un poco de sociabilidad forzada, la visita de alguna que otra persona en particular y un montón de voluntad para tomar la decisión de levantarme de nuevo, despacio, de a poco. Porque confío en que el mundo tiene una infinidad de propuestas, aventuras, alegrías y bizarradas esperandome ahí afuera. No puedo prometer nada, hace tiempo aprendí a no adelantar mi voz a mis pasos, pero si puedo comunicar, transmitir, hablar y escribir para desahogar y comprender y capaz con la pequeña esperanza de ser comprendido también.
No tengo una conclusión elocuente respecto de la depresión y la condición humana, tampoco una fórmula mágica para vencerla o combatirla, cada caso es personal, con sus propias idas y vueltas. Quizás el único saldo es haber experimentado algo que siempre pensé muy lejano y ajeno a "mi forma de ser", nunca digas nunca.

jueves, 8 de marzo de 2018

Cloe se ríe

Cloe se ríe mientras me acerca la bocina de un teléfono verde chillón al oído, la tomo entre mis dedos y pretendo muy seriamente estar atento al otro lado.
"Es Mickey?" pregunto, buscando la complicidad infantíl en su mirada que asiente, inmediatamente me incorporo con seriedad, no todos los días uno habla con celebridades.
Tengo una amistosa charla con el simpático ratón hasta que Cloe aleja el teléfono de mi oído intentando escuchar y se ríe nuevamente cuando le hago cosquillas por chusma.
Cloe juega hasta el cansancio haciendo intervalos ocasionales para mirar la televisión de fondo que proyecta repeticiones de series infantiles, por momentos se abstrae tanto que aparta mis manos sin mirarme mientras apreto sus cachetes con el fin de perturbar su concentración.
A veces es difícil distinguir quien de los dos es más aniñado, olvido con frecuencia que a su edad la línea entre lo real y lo ficticio no es tan comprensible y entre juegos y discusiones de mentira se angustia y llora o se enoja y grita. Amablemente mi hermana me recuerda esa delgada línea que me avergüenzo de haberla hecho cruzar, pienso en la inocencia de los niños y  por un instante me pregunto cuántos carecen de un entorno que los ayude a discernir, cuanto dolor se habría ahorrado el mundo si nadie abusara de ese regalo divino.
En la cena Cloe come con énfasis reponiendo toda la energía que francamente parece no agotarse nunca hasta que lo hace y en estos momentos, entre bocado y bocado, sus ojos empiezan a ceder con algún que otro cabeceo ocasional que pretende negar incorporándose inmediatamente y riendose al ritmo que contesta que no está cansada. Los niños nunca admiten el cansancio, no como los adultos que eternamente hablan de sus merecidos descansos, no. Los niños niegan el cansanscio porque hay miles de aventuras nuevas que los esperan y tanto por descubrir que no pueden permitirse el lujo de una siesta y su frustración los hace romper en llanto, como ahora mismo que entre llágrimas y bostezos Cloe cae rendida en los hombros de su padre y me saluda con una mano pesada mientras suben la escalera hacia su dormitorio.
Pienso en Cloe con su cara apasible, su estómago lleno, sus pies calentitos, arropada en una cama mullida rodeada del amor de su familia y me pregunto si su vida siempre será así.
Ojalá, deseo que su suerte permanezca intacta y encuentre amor a donde vaya, con quien vaya y siga dando todo ese amor que parece demasiado para entrar en esa ternura de persona. Me pregunto si alguna vez fuí igual, quedan lejos los recuerdos de la infancia y hace tiempo no pregunto sobre mi pasado a nadie que pueda responderme.
No escapa a mi conocimiento la cruda realidad, no puedo evitar pensar en todos esos niños que no están durmiendo cómodamente, que no están siendo amados, que no llegarán siquiera a su adolescencia y mientras lavo mi cara evito mirarme en el espejo a cuyo reflejo no puedo contestarle una simple pregunta que ya es tarde para pretender ignorar ¿Qué estás haciendo vos para que todos esos niños tengan un futuro mejor? Siento el peso de mi existencia por primera vez en años y soy consciente de que todas mis acciones tienen consecuencias, incluso aquellas que no cometo.
Hoy hice reir a Cloe, hoy la amé como cada día desde su nacimiento, hoy su vida es un poco más alegre, o al menos eso pienso, es mi consuelo, es un principio.
Hoy Cloe rió y ahora, Cloe duerme.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Poemas al viento

Perdí la cuenta de las noches que dormimos juntos
Del calor de tu cuerpo contra el mío
El ritual, el encuentro, el abrazo, las charlas, caer rendidos
Perdí la cuenta de las noches que duermo solo
Abrazando las almohadas frías que no devuelven nada
Sigo evitando los movimientos bruscos para no despertarte
y me levanto despacio recordando que ya no estás
Le doy un beso a las mascotas para no perder la costumbre
pero mis labios no se olvidan de los tuyos
Sos como una comezón que no me puedo rascar nunca
Perdió el sentido hablar de culpas, motivos y razones
La realidad te devuelve siempre a lo que está y lo que no
Y tu ausencia se hace tan presente como siempre
Es gracioso extrañarte cuando no estoy seguro de haberte conocido
Al menos no todas esas partes que terminaron por separarnos
Todas esas que en cada reencuentro nos distanciaron más
Me recordé una y otra vez no intentar justificarte
Al menos no si vos no lo hacías y jamás lo hiciste
Siempre fue claro que yo quería más de lo que había
Siempre fue claro que te hacía bien tenerme
Pero no nos queríamos de la misma forma
Nunca lo hicimos y nunca lo haremos
Todavía hoy lo que extrañás de mí no es lo que extraño de vos
Dejé de idealizarte, extraño más las costumbres que tu ser
Extraño más el sentimiento que despertaba que a su dueña
Pero no te vas y yo tampoco aunque no estemos
Se volvió un hábito permanecer cerca en la distancia
Como vecinos recelosos que se miran por la ventana
Esperando a que salga alguno para pasar casualmente y saludar
Y mientras más pendientes estamos más descuidamos la casa
Ya no sé cuantas veces escuché el timbre y como no eras vos no bajé
Ya no sé cuantas veces vi gente en tu umbral ir y venir sin respuesta
Me pregunto si alguno de los dos esta dispuesto a mudarse
Nos seguimos tirando la pelota sin palabras "Andate vos"
Y en cuanto vemos una caja salimos corriendo a inventar excusas
Es gracioso cuando escribo que parezca tan inocente y dolido
Si vos sos un monstruo no se que queda de mí entonces
Nos volvimos una suerte de retrato de Dorian Grey mutuo
Si nos contemplamos el uno al otro nos destruye
Pero de reojo estamos bien, duele menos recordar quienes somos
Pero las noches pasan y los sueños mueren
Sigo sin estar seguro por completo
Algún día me gustaría no verte más
Por ahora, cada tanto, cierro los ojos y estás ahí
Y camino ciego un rato para no perderte de nuevo
Pero cómo no ceder si cada ocasión que te pierdo me encuentro más a mi
Todo lo que me inspira me agrada
No tenerte, por momentos, me agrada.
Te (no) extraño.





Misael